martes, 13 de octubre de 2015

Las brujas


Hace varias décadas, cuando todos los antioqueños sabían jugar Tute, aborrecían la vagancia y  no se morían de gordos sino de cansancio, solía creerse en brujas. Una idea actualmente absurda, porque en Discovery channel dicen que no existen y esa gente es muy académica, hasta descubrieron en que parte del cerebro se almacena la tristeza, pero como que la tristeza no es tan grave porque no he sabido del primero que se haya hecho cortar el pedacito ese. En fin, en Antioquia se creía en brujas, se dice que trenzaban crines de caballos y cosas por el estilo. Cuesta mucho imaginarse una bruja con una melena enmarañada, pero con la paciencia para trenzar una yegua; yo creo que no es mentira que trenzaran la crin de las bestias, lo que si dudo es que tuvieran el cabello enmarañado.
Ahora que lo pienso bien, no creo que las brujas de estos lares tuvieran escoba, sombrero de punta y la expresión de los genes europeos más alejados de lo que se considera bello. Sería como imaginarse a Kennedy gritando «!Que viva el partido Liberal¡», con razón ahora no se cree en brujas, primero se tragan el cuento de Kennedy. Yo creo que en estas montañas eran diferentes, según he oído no se dedicaban a  acabar pueblos, no secuestraban niños ni vivían en caseríos anárquicos dentro de los montes. Por lo que sé, las imagino al contrario, efectivas en el quehacer cotidiano, jóvenes porque las viejas saben que salir de noche es un peligro, las imagino vistiendo impecable el uniforme de un colegio de monjitas, La presentación o cualquiera de esos; otras veces las imagino impecables también, pero con vestido de domingo; sea como sea siempre prestas a hacer las cosas bien, con la postura exacta para cada ocación.
Recuerdo un tipo que conocí en la infancia, murió hace años ya, que harto de soportar a una bruja se hizo cargo de la situación, como no había Discovery channel le tocó consultar otras fuentes, no tan serias claro está, pero mejor algo que nada, en todo caso dio con un rito para deshacerse del asedio de la bruja; no recuerdo exactamente el procedimiento, pero todo concluyó arrojando un espejo a un río, que no solo se quebró sino que se alejaron sus trozos en la corriente. Al menos la lógica me dice que las brujas deben ser muy bellas, porque si deshacerse de un espejo las aleja no es porque les moleste verse en él, al contrario quizá se olviden de uno por un largo tiempo mientras recogen los pedacitos y reconstruyen ese misterioso artefacto.
Yo creo que las brujas acá eran diferentes de como eran en Europa, por voz insoportable debían tener una muy acogedora, puede que tuviesen una nariz imperfecta porque las perfectas son muy feas, las asumo de larga cabellera que nadie taparía con un sombrero de punta. No creo volaran en escobas ¿por que tendrían una si oficio no era barrer? Supongo que preferían caminar y si eran hijas de don Fulano, seguro manejaban su propio carro, como se les dice en Antioquia a los automóviles.
No solo  físicamente debieron haber sido diferentes, sino que además sus intereses realmente no tenían relación, en Europa sembraban el caos por orden de cualquier demonio de quinta, acá no le obedecían ni al mismísimo Diablo. Según me parece común en todas las historias su placer no era otro que atormentar algún caballero incauto; si el tipo era conservador ganaban los liberales, si le daba por hacer chicha la bruja aparecía whisky, si quedaba prendado de ella pues se iba a habitar un sitio lejano, si de pronto el pobre lograba olvidarla volvía al pueblo, y así se pasaban la vida, no dejaban dormir, no dejaban trabajar, etc.
Cuentan los viejos que solo había algo que inhibía las facultades de las brujas, una vez al año todos los hombres de Antioquia olvidaban sus penas. Una vez al año un grupo de los más valientes colombianos se reunían para dar una vuelta a la patria montados en aparatos de hierro que funcionaban a pedal, sin certezas, sin complicaciones, sin respeto a los agresivos paisajes daban la vida por llegar. En todas los hogares había un radio, uno solo, que le hablaba al oído al dueño casa contándole las proezas de los ciclistas , y mientras se corría la Vuelta a Colombia y Ramón Hoyos salía campeón no había bruja que diezmara los ánimos de los caballeros.


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