viernes, 10 de enero de 2014

En la espera

La vaina no es saber esperar,
porque esta acción no es menester de la razón,
no cabe en ecuaciones, 
puesto que no hay variable constante.
El paso del tiempo se hace proporcional a la distancia,
y la distancia. Esta distancia no cabe en metros
(no por lo amplia, sino por lo densa).

-¿Cuánto es prudente esperar entonces?
-No sé, no me importa calcular hasta cuando dura la eternidad.
-¿Entonces hay que esperar por siempre?
-No. Solo hasta que uno esté seguro de haber esperado una eternidad.
-Aaaaaa y ¿cuánto es una eternidad?
-Ya le dije que no me importa saberlo, 
es hasta que san Juan agache el dedo.

La vaina, no es saber esperar...
La necesidad misma se encarga de hacer que uno aguarde.
Si, es que necesito esperar,
y no porque tenga la certeza de que la espera es finita.

No hay placer en la incertidumbre,
 pero como esta crece sin cesar como un vacío cósmico
cuando llega la certeza se siente un calorcito raro.

Esperar es como caer,
o mejor dicho como tirarse, que no es lo mismo...
pero es igual.
Uno espera, espera y espera,
o cae, cae y cae,
sin calcular el golpe ni el tiempo restante,
y lo único que se sabe que no se cae por siempre,
solo por una eternidad,
(sobre todo cuando el abismo no es de barro y piedra).

No hay comentarios:

Publicar un comentario