domingo, 16 de febrero de 2014

Hacer fila,
odiar la suerte perra anillo tras anillo de seguridad,
entrar y ver la cancha, verde e iluminada
pensar que allí se es imposible ser triste,
esperar que pite; pita;
y todo empieza a sonar,
y ser parte de un coro de cuarenta mil,
y comentar con el camarada del lado,
su equipo empieza a dominar el partido,
ve al balón golpear el palo,
se sienten pasar los minutos,
de repente gol, el balón tímido 
está ahora resguardado por la red
 y abrazar a cualquier prójimo,
y otras vez, el balón, como la vida vida misma,
va impulsado a patadas: pobre nunca descansa.

Insultar a los árbitros,
criticar algunos centros,
rasgar la garganta al son de bombos,
sufrir y descansar tras sacarla en la raya;
suena el pito, inclemente y sordo y ciego.
La vida es eterna en quince minutos
comer un sánduche maluco.

Otra vez suena el pito, 
y el incomprendido balón vuelve a rodar,
pasan los minutos,
un tiro libre al borde de área, 
chiflar para no llorar
disparo hacia el ángulo,
 pero el portero hizo lo que debía
mirar el reloj,
minuto ochenta,
se aproxima el final
y vuelve el pito, inclemente y sordo y ciego.

Salir, ya no hay ni verde, ni luz,
ni camarada, ni prójimo,
y otra vez te acordás de que te impulsan las patadas,
y otra vez odias tu suerte perra.

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